Viajando sin protección por el peligroso e intricado mundo que es mi cabeza

Curvas peligrosas; semáforos parpadeantes; no se da cruce a los peatones; señalamientos confusos; sin límites de velocidad... un sin fin de riesgos para la longevidad de cualquier conductor, y más si del camino que estamos hablando es del cerebro propio.
Cada cabeza es un mundo, pero la verdad es que hay mundos ordenados, y unos cuantos más, caóticos e irrefrenables. El de mi cabeza se acerca más a la segunda descripción.
Es un infierno estar desentrañando a cada segundo los pensamientos que fluyen en mi. Es peor cuando me auto-justifico mis acciones, o me siento culpable por hacer o decir cualquier cosa que viene naturalmente de mi y que no piensa, solo existe.
El comenzar a auto regularse en diferentes aspectos, sólo crea mayor caos y confusión, por que la vida cesa de ser una cuestión simple y se convierte en millones de posibilidades, factibles y no factibles, buenas y malas, inteligentes y babosas, que sólo logran transtornar al cerebro, de por si inapacible, de uno mismo.
En estos momentos de mi vida, todo está lleno de decisiones, responsabilidades, culpabilidades, rechazos imaginarios, y futuros inciertamente creados. Todo esto, revuelto y sin priorizar, asi es que en un instante puedo estar mortificadisima pensando en como estoy desaprovechando mis talentos, y al otro segundo mi cabeza vaga sobre como será mi vida en unos meses, y de pronto me viene la histeria de la precaria economía actual de mis bolsillos y como se me va en cosas que ni siquiera me dan felicidad, hasta que al final termino sumida en la mas bizarra y nefasta frustración por cositas que forman una cosota.
Navegar en cabeza propia y sin protección es un mundo peligroso... navegar en cabezas ajenas, un cuanto tanto entretenido, pero ambas nos llevan a cuestiones arriesgadas que tendremos que enfrentar alguna vez en la vida...