jueves, 29 de abril de 2010

Leí Drácula

Sé que no soy constante. La verdad ni siquiera me atrevo a decir que "escribiré más seguido", por que sé que no lo voy a hacer. Me he vuelto una anti-internetera de hueso colorado, tan es así, que ni siquiera reviso mi correo frecuentemente.
Odio el caralibro y la obsesión que las personas tienen por perder la vida en dicha página. Hace unos días una persona me preguntó que cómo era posible que no tuviese mi propio caralibro, a lo cuál respondí que era una elección personal... realmente lo es, y más dados los sucesos de hace una semana, en donde el fantasma de los más de tres años apareció de la nada para atormentarme un poco más, increíblemente logrando su propósito, a pesar de la distancia. Se supone que uno debe aprender a perdonar, pero esa aparición sólo me provoca un desprecio profundo y un odio fuera de lo común; a decir verdad creo que soy la única que tiene esa reacción por que los seres a mi alrededor me indican que esa situación "no se trata de mí" y que mis respuestas ante la situación fueron las de una demente.
Leí Drácula, y Mina opinaba que al final de todo, el alma más atormentada sería la del Conde, y que lograría el descanso eterno y el perdón de Dios al dejar de ser un vampiro y convertirse en polvo. Yo no creo que eso haya sucedido... la maldad es una cuestión de poder y una decisión, no una respuesta lamentable a las tristes situaciones que uno experimentó. El mal no cambia... y me reconforta saber que no fuí la única que se alejó de la podredumbre.
No pensé que al volver a escribir, sería sobre este tema, pero al parecer me afectó un poco más de lo que estoy dispuesta a aceptar...

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